Al contrario de lo que muchos pueden pensar, los dedos no se arrugan por absorber agua. Los científicos han descubierto el motivo y es sorprendente: nuestros dedos se arrugan al estar en contacto con un líquido para facilitar la manipulación de los objetos en ese entorno. El cuerpo humano es capaz de adaptarse y por eso es que los dedos se vuelven rugosos.
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