Entre los fabricantes de sombreros del siglo XIX era habitual un cuadro clínico que incluía dolores de cabeza, espasmos, temblores, alucinaciones, alteraciones de la personalidad e incluso psicosis. Se debía a que se envenenaban lentamente al inhalar el vapor de mercurio que empleaban para tratar la felpa y la piel que cubría los sombreros con el fin de que se mantuvieran derechos. Este veneno, una vez que entra en el organismo, se acumula en tejidos y órganos como los riñones, el hígado y el cerebro.
Esta "enfermedad profesional" inspiró a Lewis Carroll el personaje del Sombrerero Loco de su conocida obra Alicia en el País de las Maravillas.
Fuente: @muyinteresante
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