El gallo figura desde la antiguedad en las monedas galas y se convierte en símbolo de Galia y de los galos como consecuencia de un juego de palabras, ya que el término latino "gallus" significa al mismo tiempo gallo y galo. Aunque en la alta Edad Media había desaparecido, volvemos a encontrarlo en Alemania ya en el siglo XIV como evocación de Francia. A partir del siglo XVI, esta ave acompaña a veces al rey de Francia en grabados, monedas, etc.
La Revolución Francesa lo empleó de manera más amplia. Por ejemplo, su imagen figura en platos y en el sello del Directorio. Una comisión de consejeros del Estado lo propuso como emblema a Napoleón I, quien lo rechazó por la siguiente razón: "el gallo no tiene fuerzas, no puede ser la imagen de un imperio como Francia".
A partir de 1830, vuelve a ser muy apreciado. Por ordenanza del 30 de julio de 1830, el gallo galo debe figurar en los botones de los uniformes y por encima de los estandartes de la guardia nacional.
Napoleón III lo desdeñó, naturalmente, pero el gallo se convirtió en símbolo casi oficial de la III República: las rejas del parque del palacio del Elíseo, forjadas a finales del siglo XIX, están decoradas con un gallo, así como la moneda de oro acuñada en 1899. Durante la Primera Guerra Mundial, el gallo francés no deja de oponerse al águila alemán.
Aunque la República Francesa prefiere actualmente el símbolo de Mariana, el gallo sigue figurando en el sello del Estado, que es el de la Segunda República: la libertad sentada y asiendo un timón en el que está representado un gallo. Es frecuente que se utilice en el extranjero para evocar a Francia, sobre todo como emblema deportivo.
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